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Subasta 1082, Lote # 77
SANTA ANA Y LA VIRGEN MÉXICO, PRIMERA MITAD DEL SIGLO XIX Óleo sobre tela Firmado García Detalles de conservación. Desprendimientos de capa pictórica 93 x 74 cm La figura de Ana, prácticamente es desconocida en las Sagradas Escrituras, llegó a nosotros gracias a los apócrifos, mismos que sirvieron para que al menos en el arte, se hiciera un gran eco de ella. Así, se crearían diversas iconografías femeninas donde ella fue la protagonista y curiosamente desplazaría a su marido San Joaquín. Su iconografía más conocida es la del Nacimiento de la Virgen donde aparece en un segundo plano en una cama mientras que en primer plano las matronas atienden a la hija recién nacida. A nivel devocional su representación es la de la mujer hebrea que lleva de la mano a María Niña mientras que la enseña a leer. Podemos considerarla por tanto como una madre instruida, aquella que desde el hogar preparaba a la futura madre de Dios. En esta obra se aprecia a la santa mostrando orgullosa a su hija, quien a su vez la señala también, al tiempo en que sostiene un ramillete de margaritas y rosas, símbolo de su infinito amor y pureza. Resulta sumamente curioso el vínculo que el pintor estableció entre ambas mujeres por medio del uso replicado del arete y el collar de perlas. Fuente: Pablo Jesús Lorite Cruz. "Las iconografías de Santa Ana como precedentes de la inmaculada concepción, el beso de la puerta de Jerusalén y la sagrada parentela. El triunfo de la mujer en la estirpe de cristo". Memorias del II Congreso Virtual sobre Historia de las Mujeres, 2010.