Descripción detallada Lote 9

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Subasta 787B, Lote # 9

JUAN CARREÑO DE MIRANDA (AVILÉS, 1614-MADRID, 1685)
CARLOS II (CA. 1677-1681).
Óleo sobre lienzo, 207 x 123.5 cm
Inscrito en la parte trasera del lienzo con letras rojas en la esquina inferior izquierda: "Ja. / Mariategui"
Procedencia:
Colección privada española.
Colnaghi, Londres 2016.
Hay cuadros iconos que son parte de la Historia con mayúsculas. Algunos lo son por su calidad artística, otros por el momento histórico al que hacen referencia, unos pocos por ambas razones. Sin duda uno de esos cuadros-icono es el retrato de Carlos II pintado por ese genio que fue Juan Carreño de Miranda. Hay muchos cuadros de reyes, probablemente ninguno con la suma de singularidades de esta pieza.
El cuadro representa a un Carlos II adolescente -se consideró su mayoría de edad a los 14-, en el momento de ser pintado, representaba la cumbre del Poder conocido, hoy, sabemos, que fue el principio del fin de ese Poder y de esa forma de entender el mismo. El cuadro representa, en la tradición retratista Velazqueña, al hombre que soporta al Rey. Y es un pobre hombre. Su rostro y cuerpo, manifiestan claramente el resultado del hábito de matrimonios entre tíos y sobrinas de la dinastía de los Austria que gobernaba la Monarquía Hispánica -sur de los Países Bajos, prácticamente toda América, parte de Asia, parte de Italia y España. La hermana de Carlos II, heredera de la Corona hasta el nacimiento del propio Carlos, es la niña pizpireta de la Meninas de Velázquez, la infanta Doña Margarita, que, tras perder su derecho dinástico con el nacimiento del varón, se convertiría en Emperatriz de Austria… Ambos eran hermanos, hijos ambos de Felipe IV y de su sobrina Mariana de Austria, que gobernó sobre la Monarquía Hispánica durante la minoría de edad de Carlos II.
Carreño -casi como si fuera una premonición-, pintó al Rey al estilo impuesto por Felipe II, como lo pintara Sánchez Coello, Juan Pantoja o Antonio Moro: vestido de seda negra, y con el Toisón de Oro con el collar. Carlos II está en el salón de los espejos del desaparecido Alcázar de Madrid, una mano en el sombrero que reposa sobre la consola soportada por el león representante de la Monarquía y en la otra un papel que representaba su potestad de legislar. El pelo rubio, lacio, largo y con raya al medio, el mentón familiar deformado -apenas disimulado por el pintor- hasta el punto de que le resultaba difícil comer o hablar con claridad. En el espejo que hay sobre la consola, se refleja - ¿otra premonición? - la parte trasera de la cabeza del Rey, algo ciertamente extraño y en el mismo se pueden ver, también reflejados, cuadros de Tiziano, que representan las glorias pasadas. La Emperatriz Margarita murió a los 21 años durante su cuarto parto. Su hermano, Carlos II, a los 39 sin descendencia. Su sucesión llevaría a Europa a una década de guerra total que se saldaría con la instauración de los Borbones -y con ellos una forma completamente distinta de entender el poder real- a la cabeza de la Monarquía Hispánica que perdía a manos de Inglaterra, Gibraltar y Menorca. Todo eso está en el cuadro de Carreño de Carlos II, el hombre de ojos tristes y cuerpo y rostro deformes, cuyo único atributo real es un pequeño papel que sostiene en la mano. El Toisón la alusión a su Dinastía.
El asturiano Juan Carreño, quien de su mano salió también el espectacular cuadro de Doña Inés de Zúñiga, Condesa de Monterrey, pintó varias veces el mismo cuadro a distintas edades del Rey e, incluso varias versiones del que llega a Ciudad de México. En este, el dedo meñique del Rey se separa ligeramente sobre el papel símbolo de su autoridad, atrayendo la mirada sutilmente con mayor intensidad. No hay dos, sino un solo espejo y los cortinones rojos que enmarcan la parte izquierda del cuadro, tienen un añadido tornasolado. Todo ello centra concentra la mirada el protagonista del cuadro y difumina el contexto. El cuadro de un Rey soportado por un ser humano apenas viable. El fin de una era. No hay nada de majestuoso en este "Carlos II" salvo la sobriedad que le otorga el pintor. Este Carlos II, el icono definitivo, del poder destruyendo al ser humano, en cuyos ojos vive aún su humanidad. La Historia recaía sobre sus jóvenes hombros, tras su muerte, en 1700, se abría un nuevo mundo. Quedaban 92 años apenas para la Revolución Francesa y poco más para la independencia de los territorios de ultramar de la Monarquía en cuyo territorio no se ponía el Sol.

Estimado US$ 350,000-500,000

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