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Subasta 787B, Lote # 1

BARTOLOMÉ PÉREZ DE LA DEHESA (MADRID CA. 1634 - 1698)
JARRA CON TULIPÁN Y ROSAS BLANCAS Y AMARILLAS
JARRÓN CON ROSAS Y TULIPÁN, C. 1690.
Óleo sobre lienzo, 33 x 24 cm
Procedencia: Adquirido en la Casa de Subastas LOECKX de Gante, 2016. Colección privada europea. Colnaghi, Londres 2016.
Piezas: 2.
Bartolomé Pérez, que ya había pasado de largo los sesenta, falleció a consecuencia de una caída del andamio desde el que pintaba la escalera del palacio de Monteleón perteneciente a los Marqueses del Valle, Duques de Monteleón y de Terranova, nietos de Hernán Cortes, cuyo marquesado de Oaxaca se había extinguido tras pasar repetidamente a línea femenina por falta de hijo varón. Posteriormente, el palacio sería destruido en el levantamiento de los madrileños contra la invasión napoleónica. En el momento de su muerte, Bartolomé Pérez, que se había casado con la hija de su maestro, Juan de Arellano, había sido reconocido como Pintor del Rey a título honorífico -sin sueldo-. Como su suegro, debía la fama y estatus a la calidad de sus "pinturas de flores" y guirnaldas, considerado un subgénero de las naturalezas muertas o bodegones. Sin embargo, al abrir su testamento, se descubrió una amplia obra religiosa, de enorme calidad que el pintor conservaba en propiedad, una de ellas fue adquirida hace sólo cuatro años, en 2012 por el Museo de Cleveland, como reconocimiento a esta particularidad del maestro.
Subgénero… La "pintura de flores" se inició de forma casi simultánea en Holanda, Italia y España, y, a pesar de las deudas de unos artistas con otros en un género muy determinado que, mientras mantenía un rigor estilístico -flores, y cierto tipo de flores, entre ellas con gran presencia el tulipán y la rosa-, la misma naturaleza del objeto pintado le confiere unas características únicas: La composición jamás es rígida -salvo casos experimentales- porque las flores tienen su propio movimiento (no es raro encontrar el protagonismo de la rosa vuelta hacia el suelo, cómo se puede apreciar en los dos lienzos aquí presentados), estableciendo, con luces muy diferentes, vínculos que no se percibe a primera vista. La "armadura espacial" en torno a la organización del color, como si de una reminiscencia de la escuela veneciana se tratara, es siempre un reto para el pintor. Finalmente, la figuración de la pintura de flores, esconde siempre, un juego con lo abstracto, donde la belleza proviene, muy a menudo, de detalles y pinceladas, que tienen protagonismo por sí mismas.
Consideradas a veces como obras "menores" en género, el Museo del Prado posee sin embargo nada menos que 23 obras florales sólo de este maestro y su "enciclopedia" reconoce como dignas de mención: "Jarrón con flores" (colección particular, Estados Unidos), Flores en un jarrón esculpido -como en los que se observan en las obras de este catálogo- (Fitzwilliam Museum, Cambridge) y, finalmente, "Guirnalda con la muerte de san Francisco" también perteneciente a una colección particular. No hablemos de la abrumadora presencia en museos italianos, holandeses y alemanes.
A los ojos modernos, resulta evidente el enorme campo para el juego y aprendizaje del pintor y su legado a la pintura, que aportó este "genero" por derecho, con el que pintores modernos como Monet, hicieron algo más que reinterpretar. "La pintura de flores" tiene una característica absolutamente particular en la pintura… alcanza cotas de belleza apreciables por entendidos y no entendidos sin perder por ello el más mínimo nivel de sofisticación. No es necesario entender de "claro-oscuro" para ver estas rosas y estos tulipanes rayados emergiendo a la luz desde la oscuridad, no es necesario entender de "maestría y técnica" para apreciar las pequeñas espinas que Bartolomé Pérez dibuja en una flor blanca que apenas se abre a la madurez, no es necesario un conocimiento sobre equilibrios cromáticos, para percibir la "chispa" que el azul confiere a un "paisaje" de amarillos, rojos, rosas y blancos. Y, sin embargo, cualquier entendido puede penetrar en la maestría de las pinceladas que hacen parecer todo "fácil", en esa "vida" presente, aún en lo que se clasifica como naturaleza muerta. Como todo paisaje… y estos arreglos florales lo son pasados por el genio del pintor, llevan a la contemplación y al ensimismamiento. La belleza que no cansa, el juego del abstracto enmascarado por la figuración. La sensibilidad inmensa de un gran pintor amarrado a un género, en el que se ve obligado a reinventarse para progresar. Los valiosos jarrones de bronce, único elemento repetido y estático de estos dos lienzos, cuyo pequeño tamaño agranda su nobleza, quedan enmascarados por dos composiciones que se complementan de forma dinámica. Muchos entienden y todos intuyen. Poseer la emoción de este tipo de belleza no deja de tener con profundo contenido moral.

Estimado US$ 50,000-80,000

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